La mayoría de las veces, nosotros confundimos el Amor con la
necesidad de amor, con la necesidad de ser aceptados y amados. Creemos
realmente que amamos, pero en realidad sólo ofrecemos nuestro amor como
ofreceríamos un objeto, esperando a cambio los debidos agradecimientos, por una
respuesta de amor tan esperada.
Cuántas veces hemos oído decir la frase: “Siempre doy y sin
embargo no recibo nada a cambio”.
Si este es nuestro caso, tal vez no sea agradable
reconocerlo, pero nos sería beneficioso darnos cuenta de que nuestro don no era
un acto de amor sin condición, sino un acto por una necesidad de reconocimiento,
una demanda de amor disfrazada.
Al reconocer esto, nos damos cuenta sin duda de que
necesitamos urgentemente hacer inclinar la balanza del otro lado, del lado de
la meditación, a fin de volver a encontrar en NOSOTROS este reconocimiento del
amor hacia nuestro niño interior. Cuando tenemos una experiencia supuestamente
injusta, eso nos muestra que somos injustos en la manera en que sólo hacíamos
inclinar la balanza hacia un lado, pensando tanto en el mundo, y olvidando de
amarnos a nosotros mismos. Sin embargo, no podemos amar al otro si nunca nos
hemos amado a nosotros mismos. Esta es una ley que no podremos eludir.
Así pues, el amor incondicional es en primer lugar la ley del
equilibrio entre el dar y el recibir, entre saber meditar y reconocer en nosotros
el estado de conciencia de la no-separación, y saber luego compartir este
estado con el mundo.
Compartir el Amor, o el estado de no-separación, no significa
mantener la separación en los demás. Debemos comprender bien este punto: el
amor lo acepta todo, acepta ver aquél que se atreve a atravesar su ilusión de
aislamiento porque sabe que al fin está de regreso hacia sí mismo, y que a
partir de entonces podrá empezar amarse verdaderamente y por tanto a amar al
mundo.
Entonces, cuando empecemos a experimentar el “Amor Uno” en nosotros,
es posible que nos topemos en el mundo con personas que inevitablemente a
través de nuestro espejo y por nuestra irradiación, se encontrarán ante su
propio aislamiento, ¡y esto no les gustará nada!
Podremos entonces observar toda clase de resistencias, siendo
la más visible la resistencia a mirar en uno mismo y proyectar en consecuencia
juicios hacia el exterior, recordemos que:
Todo juicio hacia el
otro es una proyección de un juicio hacia uno mismo que no queremos reconocer.
Cualquier frase que empiece con “Creo que eres…” o “Creo que
deberías…” es una manifestación que nos muestra que hay un rechazo a reconocer
un juicio hacia uno mismo.
Estos espejos son pues espejos de una reacción mental a
permanecer en el amor. En esta fase, la vida nos cuestionará una y otra vez,
hasta que estemos en una fuerza de amor tal que seremos liberados de cualquier
reacción mental y sobre todo de cualquier voluntad insistente y combativa en
querer cambiar al otro.
La libertad es la primera manifestación que nos mostrará que
estamos verdaderamente en el amor. Así, cuando realmente podamos experimentar
que ya no reaccionamos ante las “debilidades o juicios de los demás” y podamos
dejarles verdaderamente libres de tener sus experiencias, incluso la del
aislamiento, entonces tendremos un punto de referencia muy concreto y nuestra
vida empezará a cambiar muy rápidamente.
Dejar al otro libre se volverá una costumbre muy útil que nos
recordará que estamos bien centrados, ya que dejando al otro libre estaremos en
la aceptación y en el no-juicio. Dejaremos de tener expectativas y no
proyectaremos más nuestras propias sombras sobre el mundo.
Esta simple actitud de permanecer totalmente imparcial ante
lo que hace, dice o piensa el otro basta para mantenernos en el Amor. ¿Nos podemos imaginar, si cada uno se
contentara únicamente con transformar este aspecto en su vida, si cada uno
dejara simplemente que el otro sea tal como es y que evolucione a su propio
ritmo, con sus propias elecciones?
Esta sola actitud bastaría para parar todas las guerras,
todos los conflictos de poder, porque cada uno llevaría su mirada hacia lo que
desea mejorar de sí mismo, sabiendo que con su propia mejoría contribuirá a
mejorar las condiciones de vida sobre la Tierra.
Es aconsejable, en este punto, dirigir nuestra mirada hacia
todos aquellos que veis que se transforman y se liberan, en vez de seguir
alimentando lo que no funciona o “se queda atrás”. Recordad siempre que nuestro
pensamiento y aquello hacia lo que enfocamos nuestra atención, es
inmediatamente alimentado y reforzado. Entonces, en vez de alimentar los
egrégores ya desbordantes de pensamientos negativos limitadores y fatalistas,
elegid alimentar los que aportan luz y paz, esperanza y alegría.
Nuestro respeto hacia los que “avanzan más lentamente que
nosotros” es necesario, para que también ellos puedan liberarse y unirse al
mundo de paz que viene.
El Amor Incondicional no es una decisión “en el aire”, sino
una continua vigilancia de nuestra no-reacción ante lo que no gusta a nuestro
Ego.
Así, no juzguemos nuestras reacciones, simplemente observemos
y regocijémonos por ese desapego progresivo que se produce cuando somos capaces
de observarnos.
Ser libres y dejar libre al otro nos aliviará
considerablemente, ya que no hemos parado de cargar con las desgracias ajenas
creyendo que estábamos sobre esta Tierra para liberarlos. Con frecuencia nos
hemos ocupado de los demás por miedo a descubrir, al mirar dentro de nosotros,
la misma miseria, el mismo desaliento, la misma sensación de abandono o de
separación.
Ha llegado el momento de ocuparnos de nosotros, les guste o
no a los que nos rodean o nos haga o no perder nuestra imagen de marca, porque
a menos que nos liberemos nosotros mismos de nuestros fardos inútiles, ¡la
humanidad no avanzará nada!
¿Nos animamos a dar este paso diferente?
Hay un cuento zen que considero muy descriptivo sobre la búsqueda del propio espíritu y la vuelta al mercado, a la vida, a la entrega.
“El buey y el boyero”. Cuento zen sobre el zen
El buey y el
boyero. La filosofía zen en imágenes. La búsqueda del propio espíritu,
representado por un buey. Edición, R. Arola y L. Vert
“El buey y
el boyero”, texto ilustrado atribuido al monje Shübun (1432-1460) quien, según
los especialistas, se habría inspirado en otra versión más antigua del maestro
Guo’an Shiyuan. Los textos, tanto en prosa como en verso, se deben a Zekkai
Chushin (1336-1405), abad del monasterio de Shokoku-ji de Kioto donde aún se
guardan los dibujos originales.
1. La
búsqueda del buey. Cuando salió en busca del buey, que nunca estuvo perdido, el boyero se
alejó de sí mismo y acabó extraviado en lugares desconocidos. “En un yermo
infinito, el boyero camina sólo entre las hierbas en busca de su buey”.
2. Encontrar
las huellas. Después de
escuchar la enseñanza, el boyero ha aprendido parte de la verdad. Ha encontrado
las huellas. “Las huellas del buey están agrupadas aquí y allá, bajo los
árboles a la orilla del agua”.
3. La visión
del buey. El boyero,
tras escuchar el bramido, ve al buey de repente y al contemplarlo se percibe a
sí mismo. “El canto del ruiseñor se estremece en la copa de los árboles…Ya no
existe un lugar donde el buey pueda esconderse”.
4. Capturar
al buey. Por primera
vez el boyero se topa con el buey que estaba oculto en el yermo. Pero el buey
se siente bien allí y el boyero deberá domarlo para conducirlo al establo. “El
boyero, tras muchos esfuerzos, ha capturado al buey. Ni por momento debe soltar
las riendas”.
5. Domar al
buey. Ningún
pensamiento debe enturbiar la mente del boyero, sin vacilación ha de sostener
las riendas. “El boyero no debe dejar ni por un momento el látigo o las
riendas, pues, de otro, modo el buey saldría de estampida levantando una nube
de polvo”.
6. El
retorno montado sobre el buey. El combate ha terminado. El boyero toca la flauta y
canta montado sobre el buey que camina ya sin riendas. “El boyero conduce al
buey al establo, lenta y delicadamente”
.
.
7.
Desaparece el buey y sólo queda el boyero. La dualidad ha desaparecido, el buey
sólo era el anzuelo para alcanzar el secreto. “El boyero ha vuelto a casa con
el buey. Ya no hay ningún buey. El boyero se sienta sin hacer nada”.
8. Olvido
del buey y el boyero. Los deseos han sido olvidados y el significado de la santidad se ha quedado
vacío. “Lo sagrado y lo profano han desaparecido, el camino se termina sin
dejar rastro”.
9. Regreso
al origen. Desde el
principio era puro. Sentado contempla el cambio de las cosas. “Con el regreso
al fondo, al origen, el boyero lo ha completado todo”.
10. Vuelta
al mercado. La puerta de
la cabaña nadie podría descubrirla, está sepultada al igual que su naturaleza
iluminada. A veces pasea por el mercado o visita las tabernas para hacer que
los borrachos despierten a sí mismos.“Entra en el mercado descalzo y con el
pecho descubierto… Sin tener que humillarse obrando prodigios, de pronto hace
florecer árboles marchitos”.
Ejercicio de
Centramiento y Meditación.