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Núria Argany te ofrece la posibilidad de conectar con tu esencia, lo que verdaderamente eres, haciéndote consciente de tu personaje, reconociendo tus proyecciones y resistencias a través de técnicas-terapias corporales, psicológicas y energéticas, recobrando el equilibrio, la armonía y la paz interior.

Núria Argany se ha formado a través de:

Seitai, Meditación Zen, Psicología, Terapias Naturales y Energéticas, Preparación al Parto Consciente, Ito-Termi, Sueños, Oligoelementos, Dietética, Formas-Pensamientos, Regresiones, RMF-Balacing, Tachyon, Ataraxia, Curación Cuántica, y Reconnective Healing.



miércoles, 25 de enero de 2017

Siempre doy y sin embargo no recibo nada a cambio...



La mayoría de las veces, nosotros confundimos el Amor con la necesidad de amor, con la necesidad de ser aceptados y amados. Creemos realmente que amamos, pero en realidad sólo ofrecemos nuestro amor como ofreceríamos un objeto, esperando a cambio los debidos agradecimientos, por una respuesta de amor tan esperada.

Cuántas veces hemos oído decir la frase: “Siempre doy y sin embargo no recibo nada a cambio”.

Si este es nuestro caso, tal vez no sea agradable reconocerlo, pero nos sería beneficioso darnos cuenta de que nuestro don no era un acto de amor sin condición, sino un acto por una necesidad de reconocimiento, una demanda de amor disfrazada.

Al reconocer esto, nos damos cuenta sin duda de que necesitamos urgentemente hacer inclinar la balanza del otro lado, del lado de la meditación, a fin de volver a encontrar en NOSOTROS este reconocimiento del amor hacia nuestro niño interior. Cuando tenemos una experiencia supuestamente injusta, eso nos muestra que somos injustos en la manera en que sólo hacíamos inclinar la balanza hacia un lado, pensando tanto en el mundo, y olvidando de amarnos a nosotros mismos. Sin embargo, no podemos amar al otro si nunca nos hemos amado a nosotros mismos. Esta es una ley que no podremos eludir.

Así pues, el amor incondicional es en primer lugar la ley del equilibrio entre el dar y el recibir, entre saber meditar y reconocer en nosotros el estado de conciencia de la no-separación, y saber luego compartir este estado con el mundo.

Compartir el Amor, o el estado de no-separación, no significa mantener la separación en los demás. Debemos comprender bien este punto: el amor lo acepta todo, acepta ver aquél que se atreve a atravesar su ilusión de aislamiento porque sabe que al fin está de regreso hacia sí mismo, y que a partir de entonces podrá empezar amarse verdaderamente y por tanto a amar al mundo.

Entonces, cuando empecemos a experimentar el “Amor Uno” en nosotros, es posible que nos topemos en el mundo con personas que inevitablemente a través de nuestro espejo y por nuestra irradiación, se encontrarán ante su propio aislamiento, ¡y esto no les gustará nada!

Podremos entonces observar toda clase de resistencias, siendo la más visible la resistencia a mirar en uno mismo y proyectar en consecuencia juicios hacia el exterior, recordemos que:

Todo juicio hacia el otro es una proyección de un juicio hacia uno mismo que no queremos reconocer.

Cualquier frase que empiece con “Creo que eres…” o “Creo que deberías…” es una manifestación que nos muestra que hay un rechazo a reconocer un juicio hacia uno mismo.

Estos espejos son pues espejos de una reacción mental a permanecer en el amor. En esta fase, la vida nos cuestionará una y otra vez, hasta que estemos en una fuerza de amor tal que seremos liberados de cualquier reacción mental y sobre todo de cualquier voluntad insistente y combativa en querer cambiar al otro.

La libertad es la primera manifestación que nos mostrará que estamos verdaderamente en el amor. Así, cuando realmente podamos experimentar que ya no reaccionamos ante las “debilidades o juicios de los demás” y podamos dejarles verdaderamente libres de tener sus experiencias, incluso la del aislamiento, entonces tendremos un punto de referencia muy concreto y nuestra vida empezará a cambiar muy rápidamente.

Dejar al otro libre se volverá una costumbre muy útil que nos recordará que estamos bien centrados, ya que dejando al otro libre estaremos en la aceptación y en el no-juicio. Dejaremos de tener expectativas y no proyectaremos más nuestras propias sombras sobre el mundo.

Esta simple actitud de permanecer totalmente imparcial ante lo que hace, dice o piensa el otro basta para mantenernos en el Amor. ¿Nos podemos imaginar, si cada uno se contentara únicamente con transformar este aspecto en su vida, si cada uno dejara simplemente que el otro sea tal como es y que evolucione a su propio ritmo, con sus propias elecciones?

Esta sola actitud bastaría para parar todas las guerras, todos los conflictos de poder, porque cada uno llevaría su mirada hacia lo que desea mejorar de sí mismo, sabiendo que con su propia mejoría contribuirá a mejorar las condiciones de vida sobre la Tierra.

Es aconsejable, en este punto, dirigir nuestra mirada hacia todos aquellos que veis que se transforman y se liberan, en vez de seguir alimentando lo que no funciona o “se queda atrás”. Recordad siempre que nuestro pensamiento y aquello hacia lo que enfocamos nuestra atención, es inmediatamente alimentado y reforzado. Entonces, en vez de alimentar los egrégores ya desbordantes de pensamientos negativos limitadores y fatalistas, elegid alimentar los que aportan luz y paz, esperanza y alegría.

Nuestro respeto hacia los que “avanzan más lentamente que nosotros” es necesario, para que también ellos puedan liberarse y unirse al mundo de paz que viene.

El Amor Incondicional no es una decisión “en el aire”, sino una continua vigilancia de nuestra no-reacción ante lo que no gusta a nuestro Ego.

Así, no juzguemos nuestras reacciones, simplemente observemos y regocijémonos por ese desapego progresivo que se produce cuando somos capaces de observarnos. 

Ser libres y dejar libre al otro nos aliviará considerablemente, ya que no hemos parado de cargar con las desgracias ajenas creyendo que estábamos sobre esta Tierra para liberarlos. Con frecuencia nos hemos ocupado de los demás por miedo a descubrir, al mirar dentro de nosotros, la misma miseria, el mismo desaliento, la misma sensación de abandono o de separación.

Ha llegado el momento de ocuparnos de nosotros, les guste o no a los que nos rodean o nos haga o no perder nuestra imagen de marca, porque a menos que nos liberemos nosotros mismos de nuestros fardos inútiles, ¡la humanidad no avanzará nada!

¿Nos animamos a dar este paso diferente?

Hay un cuento zen que considero muy descriptivo sobre la búsqueda del propio espíritu y la vuelta al mercado, a la vida, a la entrega.

  

“El buey y el boyero”. Cuento zen sobre el zen

El buey y el boyero. La filosofía zen en imágenes. La búsqueda del propio espíritu, representado por un buey. Edición, R. Arola y L. Vert

“El buey y el boyero”, texto ilustrado atribuido al monje Shübun (1432-1460) quien, según los especialistas, se habría inspirado en otra versión más antigua del maestro Guo’an Shiyuan. Los textos, tanto en prosa como en verso, se deben a Zekkai Chushin (1336-1405), abad del monasterio de Shokoku-ji de Kioto donde aún se guardan los dibujos originales.



1. La búsqueda del buey. Cuando salió en busca del buey, que nunca estuvo perdido, el boyero se alejó de sí mismo y acabó extraviado en lugares desconocidos. “En un yermo infinito, el boyero camina sólo entre las hierbas en busca de su buey”.
2. Encontrar las huellas. Después de escuchar la enseñanza, el boyero ha aprendido parte de la verdad. Ha encontrado las huellas. “Las huellas del buey están agrupadas aquí y allá, bajo los árboles a la orilla del agua”.

3. La visión del buey. El boyero, tras escuchar el bramido, ve al buey de repente y al contemplarlo se percibe a sí mismo. “El canto del ruiseñor se estremece en la copa de los árboles…Ya no existe un lugar donde el buey pueda esconderse”.
4. Capturar al buey. Por primera vez el boyero se topa con el buey que estaba oculto en el yermo. Pero el buey se siente bien allí y el boyero deberá domarlo para conducirlo al establo. “El boyero, tras muchos esfuerzos, ha capturado al buey. Ni por momento debe soltar las riendas”.

5. Domar al buey. Ningún pensamiento debe enturbiar la mente del boyero, sin vacilación ha de sostener las riendas. “El boyero no debe dejar ni por un momento el látigo o las riendas, pues, de otro, modo el buey saldría de estampida levantando una nube de polvo”.
6. El retorno montado sobre el buey. El combate ha terminado. El boyero toca la flauta y canta montado sobre el buey que camina ya sin riendas. “El boyero conduce al buey al establo, lenta y delicadamente”

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7. Desaparece el buey y sólo queda el boyero. La dualidad ha desaparecido, el buey sólo era el anzuelo para alcanzar el secreto. “El boyero ha vuelto a casa con el buey. Ya no hay ningún buey. El boyero se sienta sin hacer nada”.
8. Olvido del buey y el boyero. Los deseos han sido olvidados y el significado de la santidad se ha quedado vacío. “Lo sagrado y lo profano han desaparecido, el camino se termina sin dejar rastro”.

9. Regreso al origen. Desde el principio era puro. Sentado contempla el cambio de las cosas. “Con el regreso al fondo, al origen, el boyero lo ha completado todo”.
10. Vuelta al mercado. La puerta de la cabaña nadie podría descubrirla, está sepultada al igual que su naturaleza iluminada. A veces pasea por el mercado o visita las tabernas para hacer que los borrachos despierten a sí mismos.“Entra en el mercado descalzo y con el pecho descubierto… Sin tener que humillarse obrando prodigios, de pronto hace florecer árboles marchitos”.


Ejercicio de Centramiento y Meditación.











viernes, 20 de enero de 2017

¿Qué es el amor incondicional?





En primer lugar, es necesario ser conscientes de que el Amor incondicional no existe en el mundo de la mente pensante, simplemente porque la mente pensante piensa, cree y reflexiona. Esto es un mundo en sí, mientras que el Amor se sitúa más allá del razonamiento y de la creencia.

El Amor es un mundo que experimentamos cuando dejamos de pensar y de creer. No puede ser de otra manera. No podemos decir que estamos tomando un baño quedándonos fuera del agua. Estando fuera del agua podemos a lo sumo pensar en la estructura del agua, en su composición, podemos imaginar la sensación que nos procuraría si estuviéramos dentro, pero esto sólo es una imaginación que sin lugar a dudas nos separa de la experiencia misma.

Por lo tanto no existe ningún otro medio de vivir el estado de amor incondicional que el de dejar de pensar en él y ¡vivirlo!

Podemos describir lo que significa el amor, lo que no es amor, en qué podemos reconocer si estamos o no en el amor, ¡pero esto no nos será de ninguna utilidad si nosotros mismos no elegimos saltar, en este preciso instante!

También podemos “prepararnos” para este salto, asegurarnos de que no hay ningún peligro, convencernos de que sabremos nadar y así sucesivamente, pero tarde o temprano el acto de saltar será necesario. “Vivir el Amor” empieza por una elección, una decisión, nos plantea si verdaderamente deseamos ver cumplido y realizado el objetivo hacia el que os conduce, nos pide ser valientes y abandonar nuestras dudas e indecisiones.

Este salto al Amor nos da miedo, porque nos confronta con nuestra soledad existencial. Debemos hacerlo solos y aquí sabemos que la creencia en un salvador ya no tiene ningún efecto de seudo-serenidad. El salvador somos nosotros, nuestro YO SOY; somos los únicos en poder decir YO SOY. Por lo tanto, somos llevados a tener la experiencia consciente de la soledad.

Así, es necesario definir con claridad lo que significa la soledad a fin de no incurrir en una pseudo-experiencia de amor. Si creemos que la soledad es igual al aislamiento, nunca nos atreveremos a dar el salto, ya que el aislamiento es la negación del amor, la negación de la vida, y nuestra alma sólo tiene un único y profundo deseo: sanarnos de la ilusión del aislamiento en el que nos hemos perdido al tomar un cuerpo de carne.

Es bueno, por lo tanto, no confundir el aislamiento con la soledad. El aislamiento es la consecuencia del niño enojado que hay en nosotros, porque no se siente comprendido, ni amado, ni aceptado; se siente aislado en una prisión oscura en la que se cree abandonado. El aislamiento es una elección que hacemos únicamente para reconocer que nosotros, y solo nosotros, estamos inmersos en esta experiencia, y por lo tanto, nadie más que nosotros mismos nos liberará. El aislamiento nos enseña que somos los únicos capaces de elegir nuestra experiencia y que la experiencia de la prisión no es más que una consecuencia de esta elección.

La prisión del aislamiento es nuestra manera de empujarnos hasta nuestros límites con el fin de descubrir que esta manera de vivir no nos corresponde. Existen personas que creen que esta experiencia de sufrimiento y aislamiento es necesaria para liberarse de su prisión.

Como sabemos ahora que todo aquello en lo que creemos se manifiesta inevitablemente en nuestra experiencia, sería bueno preguntarnos si también hemos decidido que esta creencia es verdad para nosotros. ¿Creemos que para evolucionar debemos pasar aún mucho tiempo en nuestra prisión, aislados y abandonados? ¿Creemos que la evolución sólo es posible por la vía del sufrimiento?

Ciertamente si tomamos esta elección, no damos pruebas de amor incondicional hacia nosotros mismos. El amor es una experiencia de unión y no de aislamiento.

¿Qué es la soledad?

La soledad es la experiencia de bastarse a sí mismo.

Donde quiera que nos encontremos, si estamos en el amor verdadero hacia nosotros mismos, experimentaremos la soledad y el estado de no-separación. La soledad es la experiencia de estar sin expectativa ninguna, de ser fieles a quienes somos, tal como somos, no dependiendo de nadie, no esperando nada de nadie, ni esperando un cambio de situación, sea cual sea. La soledad es el hecho de estar presente, con nosotros, en nosotros, conscientes de quiénes somos y conscientes de nuestras películas, conscientes de que nada exterior existe si no es en tanto que espejo, un reflejo de nuestra propia consciencia.

La soledad es lo que podríamos llamar: un pasaje obligado para atreverse al abandono al amor verdadero, ya que no aceptaremos la soledad a menos que reconozcamos que todo viene de nosotros mismos y que somos responsables de nuestra vida.

Hay dos movimientos esenciales que sin cesar tienden a equilibrarse para mostrarnos quiénes somos: uno es la meditación, la vuelta a la soledad y a la experiencia del ser único que nos anima, y el otro es el amor, la experiencia de la proyección de nuestra luz en el mundo manifestado el cual nos devuelve, por el juego de espejos, la experiencia del regreso a la fusión de la unidad de todo y de todos los seres.

Estos dos movimientos son los dos movimientos originales femenino y masculino, que tienden en la actualidad a reconciliarse y a reunirse a fin de crear lo que algunos llaman el Reino de Dios en la Tierra o la Edad de Oro, o también el Reino de Shambhala.

Algunos de nosotros nos esforzamos por volver a encontrar este estado de amor únicamente por uno de los movimientos: el movimiento exterior; amar hacia afuera, y descuidan el movimiento inverso de regreso al interior y a la soledad por la meditación. Creemos que volver al interior es un acto egocéntrico, pero en realidad esto es otra astucia de la mente sobre todo para no reconocer que se han aislado profundamente. Son momentos de dejar crecer este movimiento hacia el interior para podernos dar cuenta de que, a menos que hayamos atravesado la ilusión del aislamiento, no podemos amar de verdad.

Para amar, tenemos que tener la experiencia de la soledad, pues solamente en ella podremos descubrir nuestro amor hacia nosotros mismos, nuestra no-separación de Dios y del mundo espiritual del que procedemos.

Ningún libro sabría aportarnos esta experiencia, sólo podemos elegir conscientemente entrar en nosotros y acercarnos a nuestro Silencio profundo, a nuestra Fuente.

Cuando en este Silencio volvamos a ser pura conciencia amorosa y radiante luz, entonces estaremos preparados, realmente preparados para compartir este amor y esta presencia de manera auténtica.

POEMA DE AMOR PARA EL QUE YO SOY

Fuente de vida, perla de amor,
Siento tu aliento en mi corazón.
Siento el canto del infinito
Llenar mi alma, ESTOY AQUÍ.
Soy esa fuente, soy esa vida,
Soy el amor del alba que viene.
En la presencia de este instante
Yo te siento, mi corazón de infante
Yo te siento, mi dulce amante.
El que brilla, el que da, libera de las ilusiones del tiempo.
Mi corazón, te amo, te siento, tu paz me llena,
Te amo mi vida.
                                      Maestro El Morya




Ejercicio de centramiento y Meditación.