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Núria Argany te ofrece la posibilidad de conectar con tu esencia, lo que verdaderamente eres, haciéndote consciente de tu personaje, reconociendo tus proyecciones y resistencias a través de técnicas-terapias corporales, psicológicas y energéticas, recobrando el equilibrio, la armonía y la paz interior.

Núria Argany se ha formado a través de:

Seitai, Meditación Zen, Psicología, Terapias Naturales y Energéticas, Preparación al Parto Consciente, Ito-Termi, Sueños, Oligoelementos, Dietética, Formas-Pensamientos, Regresiones, RMF-Balacing, Tachyon, Ataraxia, Curación Cuántica, y Reconnective Healing.



domingo, 6 de enero de 2019

Reflexiones... Sufrimiento y el final del sufrimiento


Eckhart Tolle nos habla del sufrimiento y dice:

La interconexión de todas las cosas siempre ha sido  conocida por los budistas, y ahora los físicos lo confirman:

Nada de lo que ocurre es un suceso aislado; solo aparenta serlo. Cuando más lo juzgamos y lo etiquetamos, más lo aislamos. La totalidad de la vida se llega a fragmentar por nuestro pensamiento, sin embargo es la totalidad de la vida la que ha producido ese suceso que es una parte  de la red de interconexiones que constituyen el cosmos. Esto significa, que cualquier cosa que es no podría haber sido de otro modo.


En la mayoría de los casos ni siquiera podemos empezar a entender el rol que puede desempeñar un suceso aparentemente sin sentido en la totalidad del cosmos, pero conocer su inevitabilidad dentro de la inmensidad de la totalidad puede ser el principio de una aceptación interna de lo que es, y esto nos permite realinearnos con la totalidad de la vida.
 
La verdadera libertad y el final del sufrimiento consisten en vivir como si hubieras elegido deliberadamente cualquier cosa que sientas o experimentes en este momento. Este alineamiento interno con el Ahora es el final del sufrimiento.

¿Es realmente necesario el sufrimiento? Sí y no. Si no hubieras sufrido como lo has hecho no tendrías profundidad como ser humano no tendrías profundidad, ni humildad, ni compasión.

El sufrimiento abre el caparazón del Ego y llega un momento que ya ha cumplido su propósito. El sufrimiento es necesario hasta que te das cuenta de  que es innecesario.

La infelicidad necesita un “yo” fabricado por la mente, con una historia, una identidad conceptual. Necesita de tiempo, pasado y futuro. Cuando retiras el tiempo de tu infelicidad ¿qué es lo que queda?, únicamente queda este momento tal como es, puede ser una sensación de pesadez, agitación, tirantez, enfado, o incluso náusea.

Nada de eso es infelicidad, y no es un problema  personal. No hay infelicidad en el dolor humano, no hay nada personal en el dolor humano. Simplemente es una intensa presión o una intensa energía la que sientes en alguna parte del cuerpo al prestarle atención la sensación no se convierte en un pensamiento y así no se reactiva el “yo” infeliz. Observa lo que ocurre cuando dejas que la sensación sea.

Surge mucho sufrimiento, mucha infelicidad cuando te tomas cada pensamiento que pasa por tu cabeza como cierto, las situaciones no te hacen infeliz. Pueden causarte dolor físico pero no te hacen infeliz. Tus pensamientos te hacen infeliz. Tus interpretaciones, las historias que te cuentas a ti mismo, te hacen infeliz. “Los pensamientos que estoy pensando ahora mismo me hacen infeliz”. Cuando te das cuenta de eso rompes tu identificación inconsciente con dichos pensamientos.

¡Qué día más horrible! Él ni siquiera tuvo el detalle de devolverme la llamada. Ella me ha decepcionado. Pequeñas historias que nos contamos a nosotros mismos y a los demás, a menudo en forma de quejas,  están diseñadas inconscientemente para ensalzar nuestro siempre deficiente sentido de la identidad haciendo que nosotros “tengamos razón” y alguna cosa o persona esté “equivocada”.

“Tener razón” nos sitúa en una posición de superioridad imaginaria, fortaleciendo así nuestro falso sentido del yo, del ego. Esto también hace que nos creemos algún tipo de enemigo: Si, el ego necesita de enemigos para definir sus límites; y hasta el tiempo meteorológico puede cumplir esa función.

Los juicios mentales habituales y la contracción emocional hacen que mantengas una relación personalizada y reactiva con las personas y sucesos de tu vida. Todo esto son formas de sufrimiento autocreado, pero no las reconoces como tales porque para el ego son satisfactorias. El ego se crece en la reactividad y el conflicto.

Que simple sería la vida sin estas historias: Está lloviendo. El no me ha llamado. Yo estuve allí. Ella no.

Cuando estés sufriendo, cuando te sientes infeliz estate totalmente con lo que es Ahora.

La infelicidad y los problemas no pueden sobrevivir en el Ahora.

El sufrimiento comienza cuando nombras o etiquetas mentalmente una situación como indeseable o mala. Te sientes agraviado por una situación y ese resentimiento la personaliza, haciendo que surja el “yo reactivo”.

Nombrar y etiquetar es habitual pero estos hábitos pueden romperse. Empieza a practicar el “no nombrar” en pequeños hechos. Si pierdes el avión, si se te caes y rompes una taza o si te resbalas y caes en un charco ¿puedes contenerte y no nombrar como mala o dolorosa a esa experiencia? ¿Puedes aceptar inmediatamente que ese momento es cómo es? Considerar que algo es malo produce una contracción emocional en ti. Cuando dejas que la situación sea, sin nombrarla de repente dispones de una enorme energía. La contracción corta tu conexión con ese poder, el poder de la vida misma.

Comieron el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal. Ve más allá del mal absteniéndote de etiquetar mentalmente. Las cosas de considerarlas buenas o malas.

Cuando vas más allá del hábito de nombrar, el poder del Universo se mueve a través de ti. Cuando mantienes una relación no reactiva con las experiencias, lo que antes hubieras considerado como “malo” dará un giro rápido, cuando no inmediato, mediante el poder de la vida misma.

Observa que ocurre cuando, en lugar de considerar una experiencia como “mala” la aceptas internamente, le das un “Sí” interno, dejándola ser como es.

Sea cual sea tu situación existencial ¿Cómo te sentirías si la aceptases completamente tal como es, Ahora mismo?

Existen muchas formas de sufrimiento sutiles y no tan sutiles que consideramos “normales” y que por regla general no reconocemos que nos hagan sufrir y incluso pueden ser satisfactorias para el ego: irritación, impaciencia, ira, tener un problema con algo o alguien, resentimiento, queja. Puedes aprender a reconocer todas estas formas de sufrimiento cuando se presentan, y reconocer: “En este momento estoy creando sufrimiento para mí mismo”.

Si tienes el hábito de crearte sufrimiento a ti mismo, probablemente también harás sufrir a otros. Estos patrones mentales inconscientes tienden a llegar a su fin por el simple hecho mero hecho de hacerles conscientes, dándote cuenta de ellos a medida que ocurren. No puedes ser consciente y crearte sufrimiento a ti mismo. Este es el Milagro: detrás de cada estado, persona o situación que parece “mala” o “perversa” se esconde un bien mayor. Ese bien mayor se te revela –tanto dentro como fuera- mediante la aceptación interna de lo que es. “No te resistas al mal” es una de las más altas verdades de la humanidad.

Un diálogo: Acepta lo que es. –No puedo aceptarlo, hace que me sienta molesto y enfadado. –Entonces acepta lo que es- ¿Aceptar que estoy molesto y enfadado? ¿Aceptar que no puedo aceptarlo? -SÍ.
 
-Trae aceptación a tu “no aceptación”,
-Trae rendición a tu no rendición.

Luego observa lo que ocurre.

El dolor físico crónico es uno de los profesores más severos que podemos tener. Su enseñanza es: “La resistencia es inútil”.

Nada podría ser más normal que el deseo de no sufrir. Sin embargo, puedes abandonar esa actitud y permitir que el dolor esté ahí, puede que sientas una sutil separación interna del dolor, como un espacio entre el dolor y tú, por así decirlo. Esto implica sufrir conscientemente, voluntariamente.

Cuando sufres conscientemente, el dolor físico puede quemar, rápidamente el ego en ti, ya que el ego está compuesto en gran medida de resistencia. Esto mismo es válido para la incapacidad física extrema. “Ofrecer tu sufrimiento a Dios” es otra manera de decir lo mismo.

No hace falta ser cristiano para comprender la profunda verdad universal contenida simbólicamente en la imagen de la cruz. La cruz  es un instrumento de tortura, Representa el sufrimiento más extremo, la mayor limitación e impotencia con la que un ser humano puede toparse.

Entonces, de repente, ese ser humano se rinde, sufre voluntariamente, conscientemente y esto es expresado en las palabras: “Hágase tu voluntad, y no la mía”. En ese momento la cruz, el instrumento de tortura muestra su cara oculta: también es un símbolo sagrado, un símbolo de lo divino. Lo que parecía negar la existencia de cualquier dimensión trascendental en la vida, mediante la rendición, se convierte en una abertura hacía esa dimensión.


                          

Seguiremos reflexionando…