Eckhart Tolle nos habla del sufrimiento y dice:
La interconexión de todas las cosas siempre ha sido conocida por los budistas, y ahora los
físicos lo confirman:
Nada de lo que ocurre es un suceso aislado; solo aparenta
serlo. Cuando más lo juzgamos y lo etiquetamos, más lo aislamos. La totalidad
de la vida se llega a fragmentar por nuestro pensamiento, sin embargo es la
totalidad de la vida la que ha producido ese suceso que es una parte de la red de interconexiones que constituyen
el cosmos. Esto significa, que cualquier cosa que es no podría haber sido de
otro modo.
En la mayoría de los casos ni siquiera podemos empezar a
entender el rol que puede desempeñar un suceso aparentemente sin sentido en la
totalidad del cosmos, pero conocer su inevitabilidad dentro de la inmensidad de
la totalidad puede ser el principio de una aceptación interna de lo que es, y
esto nos permite realinearnos con la totalidad de la vida.
La verdadera libertad y el final del sufrimiento consisten en
vivir como si hubieras elegido deliberadamente cualquier cosa que sientas o
experimentes en este momento. Este alineamiento interno con el Ahora es el
final del sufrimiento.
¿Es realmente necesario el sufrimiento? Sí y no. Si no hubieras
sufrido como lo has hecho no tendrías profundidad como ser humano no tendrías
profundidad, ni humildad, ni compasión.
El sufrimiento abre el caparazón del Ego y llega un momento
que ya ha cumplido su propósito. El sufrimiento es necesario hasta que te das
cuenta de que es innecesario.
La infelicidad necesita un “yo” fabricado por la mente, con
una historia, una identidad conceptual. Necesita de tiempo, pasado y futuro.
Cuando retiras el tiempo de tu infelicidad ¿qué es lo que queda?, únicamente
queda este momento tal como es, puede ser una sensación de pesadez, agitación,
tirantez, enfado, o incluso náusea.
Nada de eso es infelicidad, y no es un problema personal. No hay infelicidad en el dolor
humano, no hay nada personal en el dolor humano. Simplemente es una intensa
presión o una intensa energía la que sientes en alguna parte del cuerpo al
prestarle atención la sensación no se convierte en un pensamiento y así no se
reactiva el “yo” infeliz. Observa lo que ocurre cuando dejas que la sensación
sea.
Surge mucho sufrimiento, mucha infelicidad cuando te tomas
cada pensamiento que pasa por tu cabeza como cierto, las situaciones no te
hacen infeliz. Pueden causarte dolor físico pero no te hacen infeliz. Tus
pensamientos te hacen infeliz. Tus interpretaciones, las historias que te
cuentas a ti mismo, te hacen infeliz. “Los pensamientos que estoy pensando
ahora mismo me hacen infeliz”. Cuando te das cuenta de eso rompes tu
identificación inconsciente con dichos pensamientos.
¡Qué día más horrible! Él ni siquiera tuvo el detalle de
devolverme la llamada. Ella me ha decepcionado. Pequeñas historias que nos
contamos a nosotros mismos y a los demás, a menudo en forma de quejas, están diseñadas inconscientemente para
ensalzar nuestro siempre deficiente sentido de la identidad haciendo que
nosotros “tengamos razón” y alguna cosa o persona esté “equivocada”.
“Tener razón” nos sitúa en una posición de superioridad
imaginaria, fortaleciendo así nuestro falso sentido del yo, del ego. Esto
también hace que nos creemos algún tipo de enemigo: Si, el ego necesita de
enemigos para definir sus límites; y hasta el tiempo meteorológico puede
cumplir esa función.
Los juicios mentales habituales y la contracción emocional
hacen que mantengas una relación personalizada y reactiva con las personas y sucesos
de tu vida. Todo esto son formas de sufrimiento autocreado, pero no las
reconoces como tales porque para el ego son satisfactorias. El ego se crece en
la reactividad y el conflicto.
Que simple sería la vida sin estas historias: Está lloviendo.
El no me ha llamado. Yo estuve allí. Ella no.
Cuando estés sufriendo, cuando te sientes infeliz estate
totalmente con lo que es Ahora.
La infelicidad y los problemas no pueden sobrevivir en el
Ahora.
El sufrimiento comienza cuando nombras o etiquetas
mentalmente una situación como indeseable o mala. Te sientes agraviado por una situación
y ese resentimiento la personaliza, haciendo que surja el “yo reactivo”.
Nombrar y etiquetar es habitual pero estos hábitos pueden
romperse. Empieza a practicar el “no nombrar” en pequeños hechos. Si pierdes el
avión, si se te caes y rompes una taza o si te resbalas y caes en un charco
¿puedes contenerte y no nombrar como mala o dolorosa a esa experiencia? ¿Puedes
aceptar inmediatamente que ese momento es cómo es? Considerar que algo es malo
produce una contracción emocional en ti. Cuando dejas que la situación sea, sin
nombrarla de repente dispones de una enorme energía. La contracción corta tu
conexión con ese poder, el poder de la vida misma.
Comieron el fruto del árbol del conocimiento del bien y del
mal. Ve más allá del mal absteniéndote de etiquetar mentalmente. Las cosas de
considerarlas buenas o malas.
Cuando vas más allá del hábito de nombrar, el poder del
Universo se mueve a través de ti. Cuando mantienes una relación no reactiva con
las experiencias, lo que antes hubieras considerado como “malo” dará un giro
rápido, cuando no inmediato, mediante el poder de la vida misma.
Observa que ocurre cuando, en lugar de considerar una
experiencia como “mala” la aceptas internamente, le das un “Sí” interno,
dejándola ser como es.
Sea cual sea tu situación existencial ¿Cómo te sentirías si
la aceptases completamente tal como es, Ahora mismo?
Existen muchas formas de sufrimiento sutiles y no tan sutiles
que consideramos “normales” y que por regla general no reconocemos que nos
hagan sufrir y incluso pueden ser satisfactorias para el ego: irritación,
impaciencia, ira, tener un problema con algo o alguien, resentimiento, queja.
Puedes aprender a reconocer todas estas formas de sufrimiento cuando se
presentan, y reconocer: “En este momento estoy creando sufrimiento para mí
mismo”.
Si tienes el hábito de crearte sufrimiento a ti mismo, probablemente
también harás sufrir a otros. Estos patrones mentales inconscientes tienden a
llegar a su fin por el simple hecho mero hecho de hacerles conscientes, dándote
cuenta de ellos a medida que ocurren. No puedes ser consciente y crearte
sufrimiento a ti mismo. Este es el Milagro: detrás de cada estado, persona o
situación que parece “mala” o “perversa” se esconde un bien mayor. Ese bien
mayor se te revela –tanto dentro como fuera- mediante la aceptación interna de
lo que es. “No te resistas al mal” es una de las más altas verdades de la
humanidad.
Un diálogo: Acepta lo
que es. –No puedo aceptarlo, hace que me sienta molesto y enfadado. –Entonces acepta lo que es- ¿Aceptar que
estoy molesto y enfadado? ¿Aceptar que no puedo aceptarlo? -SÍ.
-Trae aceptación a tu “no aceptación”,
-Trae rendición a tu no rendición.
Luego observa lo que ocurre.
El dolor físico crónico es uno de los profesores más severos
que podemos tener. Su enseñanza es: “La resistencia es inútil”.
Nada podría ser más normal que el deseo de no sufrir. Sin
embargo, puedes abandonar esa actitud y permitir que el dolor esté ahí, puede
que sientas una sutil separación interna del dolor, como un espacio entre el
dolor y tú, por así decirlo. Esto implica sufrir conscientemente, voluntariamente.
Cuando sufres conscientemente, el dolor físico puede quemar,
rápidamente el ego en ti, ya que el ego está compuesto en gran medida de
resistencia. Esto mismo es válido para la incapacidad física extrema. “Ofrecer
tu sufrimiento a Dios” es otra manera de decir lo mismo.
No hace falta ser cristiano para comprender la profunda
verdad universal contenida simbólicamente en la imagen de la cruz. La cruz es un instrumento de tortura, Representa el
sufrimiento más extremo, la mayor limitación e impotencia con la que un ser
humano puede toparse.
Entonces, de repente, ese ser humano se rinde, sufre
voluntariamente, conscientemente y esto es expresado en las palabras: “Hágase
tu voluntad, y no la mía”. En ese momento la cruz, el instrumento de tortura
muestra su cara oculta: también es un símbolo sagrado, un símbolo de lo divino.
Lo que parecía negar la existencia de cualquier dimensión trascendental en la
vida, mediante la rendición, se convierte en una abertura hacía esa dimensión.
Seguiremos reflexionando…
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