LA IRA
Hay dos remedios para la ira: expresarla o saborearla desde
dentro. La más hermosa transformación de los juicios hacia ella se manifiesta
cuando llegamos a saborearla expresándola de manera constructiva.
Expresarla:
Cuando sentimos la ira nos permitimos expresarla, ya sea por
gestos, gritos o ambos. Si nos encontramos en un sitio donde socialmente es
delicado hacerlo, retirándonos y sacudiéndonos, sacudiendo las manos, la cabeza
y dejad salir el sonido: “Hia” varias veces. Aunque lo murmuremos este sonido
nos ayudará a encontrar el fuego liberador contenido en la ira.
Lo que es importante es que dejemos de juzgar la ira, así que
hemos de expresarla disfrutando. Para algunos esto será más fácil con el gesto
que con la voz. Si nos sentimos bloqueados para expresarla totalmente,
empezando por golpear el suelo con el pié, sabiendo que así nuestro fuego cura
al tigre aprisionado que nos llama a ser reconocido y amado. Sentid nuestra
fuerza, nuestra potencia, y respetarlas.
Saborearla desde dentro:
Cuando sentimos que nos viene la ira, seguidla, poniendo toda
nuestra atención en ella, seguidla como si fuera un movimiento de danza, un
fuego que despierta y que sólo quiere venir a quemar aquello que nos impide
sentir nuestro amor y nuestra serenidad.
Si estamos solos, podemos cerrar los ojos y dejar que este
fuego nos muestre su fuerza, limitándonos a seguirlo y poco a poco, dejamos a
nuestro cuerpo hacer movimientos espontáneos que acompañen esta danza interior.
Si estamos en grupo, en sociedad o delante de alguien,
llevamos nuestra atención a nuestro plexo solar e imaginamos un sol de oro que
crece y que nos nutre en esa zona. Imaginamos que nuestro sol está unido por
una cuerda de oro con el gran sol que le proporciona su calor y su fuerza.
Dejamos entonces que esta fuerza solar se agrande hasta sentirnos tan poderosos
como el sol. Dirigimos esa sensación de fuerza un poco más arriba de nuestro
cuerpo hasta el nivel del corazón. Podemos inspirar esta fuerza en nuestro
corazón y a cada espiración sentir que nuestro corazón recupera su apacible
emanación natural.
Con frecuencia, cuando la ira nos invade, la emanación del
tercer chacra (plexo solar) invade el del chacra del corazón y dejamos de ser conscientes
de nuestra emanación de amor. Así, es necesario inspirar la fuerza, la potencia
del plexo solar y elevarla a nuestro corazón.
Nuestro corazón es un mago, podemos inspirar todo por nuestro corazón, el corazón
transforma todo con su amor, éste es su poder. Así, al inspirar tomamos la
energía descentrada, y al espirar la liberamos y bendiciéndola con nuestro amor
que la transforma y nos equilibra.
La ira nos enseña a volver a encontrar la fuerza todopoderosa
del Padre en nosotros. Atrevernos pues a reconocer nuestra fuerza y nuestro
fuego será canalizado de una forma sana y adecuada en cada situación. Los
desbordamientos de ira existen únicamente porque los retenemos y disminuimos
nuestra naturaleza divina. Hemos de confiar en nuestra unidad, con la justicia
divina del Padre en nosotros, y sentid esta unidad.
El padre no tiene miedo de ser juzgado al expresar el fuego
si es necesario. Aquel que se siente juzgado es una máscara infantil,
des-identifiquemos y recuperemos nuestra conciencia de ser el padre de nuestra
vida, el dueño de nuestra vida, el único que puede decidir en nuestra vida.
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