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Núria Argany te ofrece la posibilidad de conectar con tu esencia, lo que verdaderamente eres, haciéndote consciente de tu personaje, reconociendo tus proyecciones y resistencias a través de técnicas-terapias corporales, psicológicas y energéticas, recobrando el equilibrio, la armonía y la paz interior.

Núria Argany se ha formado a través de:

Seitai, Meditación Zen, Psicología, Terapias Naturales y Energéticas, Preparación al Parto Consciente, Ito-Termi, Sueños, Oligoelementos, Dietética, Formas-Pensamientos, Regresiones, RMF-Balacing, Tachyon, Ataraxia, Curación Cuántica, y Reconnective Healing.



miércoles, 12 de abril de 2017

El dolor



IV – EJERCICIOS DE TRANSFORMACIÓN Y SANACIÓN

EL DOLOR

El dolor siempre es una señal de nuestro cuerpo que nos informa de la necesidad de pararnos y relajarnos.


                      
El dolor nos indica que hemos ido demasiado lejos en una dirección y que necesitamos, en la mayoría de los casos, ir en la dirección opuesta para restablecer nuestro equilibrio.

Tomemos dos ejemplos. Un dolor en nuestro plexo solar nos indica siempre que hemos ido demasiado lejos en nuestra voluntad de querer controlar, dirigir, tener poder en una situación… o bien lo contrario, que hemos reprimido nuestra fuerza durante demasiado tiempo, que hemos retenido una ira o que hemos, de una forma u otra, mermado para los demás.

Así que observemos en qué dirección hemos ido demasiado lejos, relajémonos y decidamos tomar la dirección opuesta sin tardar.

Lo mismo ocurre con un dolor en el corazón que nos indica que, o bien hemos “dado demasiado”, como San Bernardo o el Salvador, que nos hemos alejado de nuestro centro y perdido en el mundo, lo que nos da la sensación de dar siempre sin recibir nada a cambio, o bien hemos cerrado la puerta y nos hemos aislado durante demasiado tiempo sintiéndonos diferentes, incomprendidos por los demás, etc.



                     
Pero ¿cómo queremos recibir si no estamos en casa? Para recibir debemos estar aquí, presentes en nuestro centro, y no ausentes en algún lugar del mundo o en nuestros pensamientos. El punto del recibir es el corazón. Si nos alejamos de nuestro corazón, ¿cómo queremos tener la posibilidad de recibir? Aunque el huésped esté aquí, si la puerta está cerrada y no estamos dentro, no podemos recibir.

En este caso, es hora de hacer el camino inverso y dejar de dar, entrar en nosotros y darnos, y después abrirnos para recibir.

En el caso de que nos hayamos aislado, ya es el momento de ir al mundo para dar y compartir, con el fin de darnos cuenta de las ilusiones que hemos creado en nuestra celda.

El mundo es sólo pura manifestación de amor, es importante reconocer esto.

Entonces, cuando hayamos detectado hacia qué dirección nos llama el cambio, quedarnos con el dolor, presentes simplemente con él, entremos en él y relajémonos en él. Si no desaparece con nuestra mirada y nuestra aceptación, es posible que nuestro cuerpo nos informe de que es hora de atrevernos a ir a pedir ayuda. Tal vez sólo necesitamos una confirmación exterior de que el universo se ocupa de nosotros y no nos abandona.

En todos los casos, el dolor es un gran maestro que nos muestra que aunque somos libres de ir más lejos en el desequilibrio y el no respeto de nosotros, el universo no nos abandonará. Cuando hayamos recibido suficientes pruebas de ello, la “prueba” del dolor cesará.


Y de la misma manera que en la foto de la primavera oriental en la que un hombre pasea –con su gato en la mochila- entre cerezos del Japón en la Universidad de Tongii de Changai en la costa del sur de Corea, nosotros despertaremos al gozo de la nueva primavera, en medio de los cerezos en flor compartiendo nuestra experiencia con nuestros seres más queridos.


                                         
               
 Los juicios que emitimos sobre los acontecimientos, sobre los demás o sobre nosotros mismos son los únicos, ciertamente, los únicos factores de parálisis ante cualquier cambio.

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