Resumiendo: Es importante conocer el punto de vista del niño que
hemos sido, conectar con todo aquello que sintió y que de alguna manera hemos
sustituido por los mensajes maternos/paternos con el fin de conseguir ese amor
que anhelamos y que perdimos después del nacimiento, a través de las
experiencias del maternaje.
Los seres humanos nacemos amorosos y exquisitamente capaces
de amar en la medida en que recibamos los cuidados suficientes. Sin embargo algo
fundamental se corta si en el instante mismo del nacimiento el amor acogedor no
está presente, como dice Laura Gutman
(Qué nos pasó cuando fuimos niños y qué hicimos con eso).
Y ahí reside la semilla de todo el sufrimiento posterior.
Luego crecemos, pero seguimos instalados en la necesidad infantil de ser
amados. Usaremos nuestros recursos una y otra vez para pretender recibir amor
bajo algún sistema desplazado y así se va construyendo nuestro personaje.
El personaje explota, grita, pega, trabaja, acumula poder, se
esconde, se escapa... siempre intentando recibir amor. ¿Por qué? Porque los
otros adultos con quienes nos relacionamos están en las mismas condiciones que
nosotros: reclamando que los amemos incondicionalmente. Y porqué además –aunque
recibamos atención o cuidados de nuestros amigos, parejas o comunidades enteras
–nunca será suficiente porque sentiremos el vacío existencial anhelando que sea
mamá quien finalmente nos ame.
Si no estamos dispuestos a revisar –con dolor- la realidad de
la que proviene para comprenderla y luego desapegarnos de la necesidad infantil
de ser amados, entendiendo que ya somos adultos y no precisamos el amor materno
–porque eso ya sucedió y no sucederá-, sino que ahora podemos decidir amar al
otro, no habrá cambio posible en nuestra sociedad. Precisamos devenir
responsable por nuestras acciones. Buscar en nuestro interior nuestros mejores
recursos para ofrecerlos al prójimo. Poner nuestro entusiasmo y nuestra alegría
al servicio de los demás y de ese modo dejar de lado las nimiedades
espirituales haciendo honor a la espiritualidad que hay en cada uno de nosotros
y que espera ser desplegada. (Laura Gutman: Qué nos pasó cuando fuimos niños y
qué hicimos con eso).
Esta imagen nos muestra nuestra mente ocupada.
No es necesario jugar con la psiquis, darle nuevos
pensamientos e ideas, y nuevos modos de reacción. Tenemos que averiguar el modo
de salir por completo de la psiquis. Tenemos que descubrir una nueva dimensión.
Somos mucho más que lo que nuestra mente y cuerpo nos suministran. El nuevo
comienzo consiste en salir de la cárcel que el yo creo.
Las religiones de todas las culturas son un descubrimiento
personal de las verdades de la vida. Por eso, tenemos que lanzarnos a un
azaroso viaje interior. El viaje más allá de la mente no está fuera de
nosotros. Está más allá, dentro de nosotros. Por ello, es un viaje interior, no
un viaje exterior. No podemos llevarnos a la mente con nosotros en este viaje.
Silencio/Meditación.
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