El espejo de las
relaciones: Todas
las personas que encontramos en nuestro campo de experiencias son los espejos
de una actitud que ya existe en nosotros.
Reconociendo el espejo del otro, dejaremos de juzgarlo y
empezaremos a reconocer quienes somos.
Cuando más reconozcamos la exactitud del espejo que es el
otro, más podremos reconocer de inmediato las partes de nuestro ser que aún no
han recibido amor.
Tomemos un ejemplo: Imaginemos a una joven que está siempre
en conflicto con su madre. Cada vez que abre la boca, su madre le dice lo que
debe hacer y le reprocha el no escuchar sus consejos.
¿Qué es lo que tiene
que reconocer?
En primer lugar, se puede preguntar si no hay una voz en ella
misma que cada vez que formula su opinión, le aconseja y reprocha. En general,
el ser humano está confortado a esa dualidad entre su cerebro derecho y su
cerebro izquierdo, entre su espíritu racional y su intuición. En el caso de
esta persona, la madre es el espejo de esa dualidad en ella misma.
En efecto, esta joven posee una intuición que le da consejos
para su bienestar, y sistemáticamente la voz de la razón le dice que está
equivocada, dudando de ella y le reprocha entonces el no escuchar.
Todas las actitudes que mantenemos hacia nosotros mismos son
reflejadas en el mundo visible a través de nuestro entorno y de nuestras
relaciones.
Así pues, para reconocer el significado de los espejos, es
necesario proceder por etapas:
1 – Reconocer cuál es la actitud del otro hacía mí.
Caracterizarla (me juzga, es agresiva y siempre me da consejos reprochándome el
no estar a la escucha).
Para reconocer la verdad sin deformarla hace falta estar
realmente a la escucha de lo que nos dice el otro y sólo observar su actitud,
como si tuviéramos que describirla a una persona que nunca la ha visto.
Describirla sin añadir nuestros comentarios sobre esa actitud, para no deformar
el espejo.
2 – Preguntarse qué parte de nosotras está reflejada en ese
espejo y qué actitud similar manifestamos hacia nosotros mismos.
Puede ser que al principio nos digamos que no somos así hacia
nosotros mismos, ya que estamos convencidos de respetarnos. Tomemos entonces un
momento de calma; quizás no encontremos la respuesta en la superficie, sino en
las profundidades de nuestro ser.
Si no reconocemos esta actitud a la que reaccionamos y que no
nos deja indiferente en el otro, sin duda la hemos escondido en las
profundidades de nuestro inconsciente y quizás rechazamos verlas.
Una cosa es segura, si una actitud nos hace reaccionar y la
juzgamos, todavía la llevamos en alguna
parte de nosotros. Hemos de ser sinceros con nosotros mismos, ya que no podemos
liberarnos a menos que nos volvamos totalmente auténticos.
3 – Cuando hayamos reconocido de qué forma nos comportamos
hacia nosotros mismos, habiéndolo reconocido a través del espejo del otro,
hemos de preguntarnos en qué circunstancias manifestamos esa misma actitud y
hacia qué tipos de personas o de acontecimientos.
Cuando un acontecimiento se presente, tomad consciencia de
que no sois eso, sino que funcionáis por costumbre y en ese momento elegid
cambiar de actitud.
Si la persona que es vuestro espejo está abierta a vuestra
transformación, reforzaréis el proceso de liberación de vuestra actitud, al
expresarle verbalmente vuestro reconocimiento.
Por ejemplo la joven dirá a su madre:
“Reconozco que eres el
espejo de una actitud que tengo conmigo misma. En efecto, no estoy a la escucha
de mis propios consejos y no dejo de reprochármelo. Eres el espejo de mis
reproches, acepto este espejo y te lo agradezco”.
Es muy importante terminar siempre este reconocimiento con la
frase “Te acepto tal como eres”,
así, por una parte os liberáis de vuestra propia actitud negativa y por otra
permitís al otro aceptarse tal como es. Os sorprenderéis al constatar que
cambiando esta actitud en vosotros, el otro también se transforma, y esto se
produce de manera inmediata.
Se trata realmente de un espejo, si cambiáis de peinado
delante de un espejo, la imagen del espejo no puede reflejar el antiguo
peinado.
Recordad por tanto estas tres etapas:
1.- RECONOCER EL ESPEJO DE UNA ACTITUD
.
2.- RECONOCER VUESTRA PROPIA ACTITUD REFLEJADA “SOY ASÍ HACIA MÍ MISMO.
3.- ACEPTAR ESTE ESPEJO Y MEDIANTE ESTA ACEPTACIÓN, RECONOCER
QUE ESTÁIS LIBRES, LIBERADOS.
Vayamos ahora un poco más lejos. Si el otro es un espejo de
una actitud mía, yo soy igualmente un espejo para el otro. Si los dos somos un
espejo el uno para el otro, entonces no somos dos seres separados, sino un
único ser que se mira al espejo.
En efecto, he aquí la nueva conciencia que ahora podéis
encontrar, pues en verdad es una sola Conciencia que se ha encarnado en miles
de formas diferentes.
Cuando empecéis a reconocer esto, podréis pasar a la cuarta
etapa y decirle a vuestro espejo:
“En verdad yo soy tú y
tú eres yo, en verdad somos Uno”.
Esta experiencia de la unidad es lo que llamamos: la fusión.
Cuando nos fusionamos con alguien y nos sentimos como una
sola presencia, tenemos la experiencia más elevada en nuestro plano de
existencia.
Por tanto, reconocer al otro como espejo nuestro nos ejercita
a estar en esta nueva percepción: la de la unidad.
Daros cuenta de cuáles son vuestras reacciones frente a
ciertas personas; habrá actitudes que, inicialmente no aceptaréis reconocer
como vuestras. Entonces, en lugar de pelear, tomaros vuestra rebelión como un
maestro de la Aceptación incondicional. Así se llevará a cabo la
desidentificación de vuestro Ego ilusorio.
Aceptando vuestras reacciones, podréis conscientemente
desprenderos de vuestra personalidad y entrar en la mirada del amor.
En ese momento, cambiando conscientemente de punto de vista,
observaréis que cuando aceptáis el ego éste deja de rebelarse.
Éste es el punto de inflexión de vuestro cambio de posición y
de vuestro cambio de conciencia. Poco a poco, al reconocer los dos mundos, el
mundo de los juicios y de las reacciones impulsivas, y el mundo del amor
silencioso que sonríe, podréis dejar el viejo mundo en el que os sentíais
víctimas de vuestras reacciones cada vez más a menudo, y por lo tanto de las
reacciones de los espejos que os rodean, y os sentiréis cada vez más libres de
permanecer en el mundo del amor mediante la elección consciente y sin esfuerzo.
Reconocer el espejo de los otros es de una inmensa eficacia
en este proceso de liberación, ya que reconociendo que el otro sois vosotros,
dejaréis de juzgar y criticar, y en cambio os preguntaréis:
“¿Por qué razón sigo
reaccionando ante el espejo de la agresividad, o ante el de la tristeza, o ante
el de la injusticia…?”
Cualquiera que sea el espejo que encontréis, podréis ver las
partes de vosotros mismos que requieren ser amadas y, por lo tanto, podréis
actuar.
Sabed que si una actitud, sea cual sea, no existe en
vosotros, no os hará reaccionar.
Todos los que reaccionan ante la enfermedad o ante cualquier
desarmonía demuestran por medio de sus reacciones que llevan eso en alguna
parte de ellos mismos.
La mayor parte del tiempo tiene en ellos el miedo a convertirse,
ellos también, en lo mismo. El miedo, es la ignorancia del poder absoluto del
Amor; siempre os empuja hacia las experiencias que más teméis a fin de que
podáis sanar vuestra ignorancia por la fuerza de vuestro amor.
Aquél que ya no es una víctima, o que se ha convertido en su
propio dueño, está libre de miedos, pues sabe que nada puede destruir su
Esencia, de la misma forma que nada puede impedirle al sol brillar. Cuando
estáis libres del miedo, volvéis a estar en la omnipotencia del sol que es vuestra
verdadera Esencia.
Los espejo no sólo son las personas que encontráis, sino
también los acontecimientos, así como los mensajes de vuestro cuerpo, porque
también el cuerpo es el espejo fiel de vuestra actitud hacia vosotros mismos.
Por lo tanto, tomad la costumbre de estar a la escucha, de
observar atentamente todo lo que os ocurre, no como una casualidad ajena a
vosotros, sino como un espejo de lo que pasa en vosotros.
En la práctica de la meditación, se resalta
La importancia de la espiración, pues
su efecto es liberador. Cuanto mejor nos
sale, mayor es nuestra inmunidad con
respecto a la sensaciones externas.
Al final casi no se perciben, al final
Sólo somos respiración y somos
Respirados.
Herrigel, El camino Zen
Ejercicio de Centramiento y Meditación.
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