Imaginemos que nos anuncian que ha llegado el momento de
tomar vacaciones. Imaginemos que recibimos un gran regalo, el regalo más grande
que nunca hayamos recibido: el de saber con certeza que ha llegado el momento
para nosotros de librarnos para siempre de todas nuestras preocupaciones, de
todo lo que hasta hoy nos ha impedido ser plenamente felices y libres de gozar
en esta Tierra de abundancia, de amor, de dinero, de amistad y de tiempo libre,
para dedicarnos a la ocupación que nos permite realizar de forma natural
nuestro ser único.
Como si recibiéramos hoy la certeza de que las vacaciones de
nuestra mente atareada y preocupada en solucionar enigmas y problemas, hubieran
llegado. Preguntémonos un instante ¿qué
significaría para nosotros este cambio radical de vida?
¿Qué deberíamos soltar
en nuestro interior para sentirnos realmente en vacaciones?
Hacemos una lista, si esto nos puede ayudar a tener una
imagen más clara de lo que necesitamos abandonar para entrar de verdad en una
nueva vida.
Muchos de nosotros pensamos que esto es un juego, una nueva
técnica, un ejercicio más que sólo aligerará momentáneamente lo que nos pesa y
nos limita. A estas alturas es momento de tomar una decisión, que una vez más,
depende enteramente de nosotros. ¿Queremos
que sea una técnica más para hacernos soñar unos días, unas semanas o unos
meses? ¿O bien estamos dispuestos a tomarnos nuestra evolución en serio y
ponerla en práctica?
Esto depende enteramente de la decisión que sólo se puede hacer
en el instante presente, digamos bien:
en
el instante presente.
Si decidimos verdadera, sinceramente y sin reservas ponernos
de forma real y concreta en marcha hacia ese cambio radical, tomemos ahora
nuestra lista totalmente en serio.
Si nuestra decisión es de verdad definitiva, los comentarios
que siguen nos serán un valioso acompañamiento, si en nuestra decisión tenemos
dudas, nuestra lectura no tendrá ningún efecto concreto en nuestra vida
cotidiana y estas palabras, como muchas otras, irán a perderse en los
trasfondos de nuestra memoria. Si, si
nuestra decisión no es ahora, ya que no puede ser más que ahora, vamos a seguir
dando vueltas y perpetuando nuestra huida del único cambio que realmente tiene
importancia en nuestra vida:
“Ser quienes somos, felices y libres de serlo”.
Nosotros, ¿deseamos
realmente que el cambio se produzca ahora?
¿Cuáles son nuestras
reacciones? ¿Acaso la mente sigue insistiendo con la misma cantinela, el mismo
refrán que se repite a golpe de: “no lo consigo, no sé cómo hacerlo, no lo
creo, es imposible…”, o bien decidimos abandonar estas creencias que nos
apartan del bienestar y de la verdadera vida?
Así, he aquí lo que el desapego es ante todo:
Abandonar conscientemente los “nos” y el peso de las
creencias que nos aprisionan. Abandonarlos de la misma manera que decidimos un
día cambiar de vestuario porque nuestra ropa nos va pequeña o es muy anticuada,
por no decir grotesca.
Para aquellos de nosotros que hemos tenido hijos, ¿nos fue difícil cambiar su vestuario
cuando tenían que cambiar de talla? Es exactamente el mismo proceso con
nuestro propio crecimiento interior. Cuando hemos decidido, conscientemente o
no, convertirnos en un ser libre y experimentar la alegría de vivir sobre esta
Tierra, las ropas o los hábitos que limitan tal realización se han vuelto
demasiado pequeños para nuestra consciencia floreciente.
Entonces, ¿decidimos
en este momento tener un mínimo de disciplina y de vigilancia hacia esas
“desvalorizaciones” de nuestro Ser divino? ¿Decidimos reconocer que cada vez
que se abren nuestros labios crean mundos que se manifiestan en nuestra vida
cotidiana?
Si aún no hemos parado de leer, es que nuestro corazón ya ha
dicho sí. Se trata ahora de dejarlo que resplandezca sobre todas las partes de
nosotros que todavía tienen miedo, que todavía reaccionan y se rebelan, por
miedo a la felicidad desconocida que nos espera si nos despegamos de nuestras
ropas y hábitos pasados.
Continuará...
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