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Núria Argany te ofrece la posibilidad de conectar con tu esencia, lo que verdaderamente eres, haciéndote consciente de tu personaje, reconociendo tus proyecciones y resistencias a través de técnicas-terapias corporales, psicológicas y energéticas, recobrando el equilibrio, la armonía y la paz interior.

Núria Argany se ha formado a través de:

Seitai, Meditación Zen, Psicología, Terapias Naturales y Energéticas, Preparación al Parto Consciente, Ito-Termi, Sueños, Oligoelementos, Dietética, Formas-Pensamientos, Regresiones, RMF-Balacing, Tachyon, Ataraxia, Curación Cuántica, y Reconnective Healing.



jueves, 1 de junio de 2017

El complejo de Superioridad



Cuando nos sentimos “mejor que el otro”, jugamos al padre o la madre superior y estamos tomando el poder del otro, penetrando en su libertad de ser quien es, tal como es.

      


Cuando damos consejos que no nos han pedido, o cuando estamos en una conversación en la que no dejamos de decir “Deberías…”, preguntémonos hasta dónde llega nuestro campo de energía, y preguntémonos si detrás de nuestros consejos no se oculta una gran necesidad de ser reconocidos por nuestro valor. Queriendo mostrar a los demás que sabemos más que ellos, cogemos su energía para alimentarnos de ese reconocimiento que no nos damos a nosotros mismos.

La consecuencia inmediata de este tipo de actitud tiene dos efectos visibles y muy fácilmente reconocibles:

1.- El conflicto estalla para recuperar nuestro territorio y entramos en una discusión de argumentos y de “ping-pong” que nos agota y no lleva a ninguna parte. Cada uno intenta defender su espacio de libertad y robarle al otro un pequeño trozo.

2.- Cuando el otro se sitúa en una posición de inferioridad, creamos discípulos beatos que se vuelven dependientes de nosotros, se pegan a nuestra piel y beben nuestra energía al considerarnos su salvador. 

              


En ambos casos perdemos nuestra libertad y creamos vínculos de dependencia que tarde o temprano nos conducirán a equilibrar esta actitud con la persona implicada o con otras, adoptando un papel de inferioridad.

Si estamos en posición de superioridad hacia a alguien, levantemos nuestra mirada unos segundos hacia el cielo, tomemos una inspiración profunda y desplazando lentamente nuestra mirada hacia nuestro interlocutor, decimos y decidle interiormente:

“Tú eres libre y responsable de tu vida. Yo soy libre y responsable de mi vida, te amo tal como eres y me amo tal como soy, te devuelvo el poder que he tomado y te doy las gracias”.

Cuando hay una posición de inferioridad o de superioridad en nosotros, significa que nuestro contrario está ferozmente reprimido en el fondo de nosotros. Tomémonos entonces algo de tiempo para ver a estos personajes dependientes en nosotros que necesitan nuestro reconocimiento y nuestro amor para ser liberados.

             


Siempre podemos, cuando estamos en conflicto con alguien, posicionarnos en el centro de la balanza, es decir, en la posición de la fraternidad donde cada uno es simplemente igual al otro.

Simplemente expresando en el silencio de nuestro corazón la palabra “HERMANO” o “HERMANA”, recordamos en cada instante que cada uno es una manifestación de la Divinidad que se reconoce a ella misma, a su propio ritmo. No tenemos ningún derecho de juzgar el ritmo del otro.

Cada uno es libre, perfectamente libre.

Y estemos de acuerdo o no con este principio, se trata de él mismo y nos reenvía siempre los espejos que necesitamos para reconocerlo y centrarnos de nuevo.

Acordémonos pues del principio de fraternidad, ello hará cesar todas las guerras de poder.

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