Podemos afrontar la enfermedad y el sufrimiento físico de dos
maneras, una constructiva y otra destructiva. La manera destructiva consiste en
quejarse continuamente, en acusar a nuestro cuerpo de lo “que nos hace sufrir” y amplificar así el síntoma.
La manera constructiva es la de reconocer la enseñanza de
esta experiencia, aceptarla y dar las gracias a nuestra sabiduría interior por
conducirnos de esta forma, hacia el equilibrio y la liberación.
Si estamos de acuerdo en aprender la enseñanza que nosotros mismos
nos damos a través de un desequilibrio momentáneo, estamos en la vía de la
curación. Recordemos que la curación sólo sobreviene cuando aceptamos y dejamos
de juzgar negativamente lo que ocurre.
Por tanto, hagámonos amigos de nuestro síntoma, también él es
una parte de nosotros, no está separado de nosotros.
La separación que mantenemos acusando a la enfermedad,
quejándonos o manteniendo una actitud terrorista o fatalista, no permite que
nos liberemos ni nos equilibremos: de igual modo que si al entrar en una
habitación oscura decidimos no apretar el interruptor de la luz, permaneceremos
separados de la luz en la ilusión de la oscuridad, imaginando todo lo que
podría haber pero sin realmente estar ahí, con todo lo que realmente existe.
Sólo podemos actuar estando presentes en aquello sobre lo que queremos actuar.
Aquí actuar significa: depositar nuestro Amor, nuestra luz y nuestra compasión.
Luego vamos hacer un silencio/ejercicio de compasión hacia
sufrimiento físico de una parte específica de nuestro cuerpo, así como hacia lo
que llamamos: una enfermedad.
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