Cuando sentimos la necesidad de dar nuestra opinión para
reafirmar nuestra manera de pensar, o de intervenir en las conversaciones dando
una imagen de conocimiento ó bondad siguiendo un impulso de manifestarnos hacia
afuera es que existen zonas internas que no hemos prestado suficiente atención.
Existen lugares faltos de amor y por eso buscamos afuera lo que nos falta
dentro.
Por eso es tan importante el centramiento en uno mismo y la
observación constante. El ego es muy sutil y monta sus propias obras de teatro
camuflando la verdad real escondida en actos sutiles que nos parecen banales o
corrientes.
La dificultad que siempre aparece en un conflicto de relación
es la resistencia a reconocer que el otro es un espejo de una parte de nosotros
que se manifiesta y a la que reaccionamos proyectando nuestra dificultad sobre
el otro.
Al decir al otro: “No
cambias, y no soporto estar contigo en estas condiciones”, en realidad nos
estamos reprochando esto mismo en nosotros y nos estamos diciendo que ya no
soportamos ser así.
Cuando queremos resolver cualquier conflicto de relación, es
bueno retomar la responsabilidad de nuestro ser y dejar de querer cambiar al
otro, de otro modo seguiremos rechazando la enseñanza que la vida nos trae a
través de este encuentro.
Observemos nuestras proyecciones, nuestros juicios y tomemos
nota de ellos. Anotemos todo lo que le reprochamos al otro y después lo
sustituimos el “tú” por el “yo”.
Por ejemplo: “No
soporto más que me agredas cada vez que te hablo”, escribiremos debajo: “No soporto más agredirme cada vez que Me
hablo”.
Otro ejemplo: “Contigo
no puedo progresar, porque no quieres cambiar ni evolucionar” será
remplazada por: “Con esta actitud en mí,
no puedo progresar porque no quiero cambiar ni evolucionar”.
Se tratará de percibir cuál es la actitud hacía la que
nuestra sabiduría interior nos empuja a mirar con honestidad y humildad.
Cuando hayamos reconocido el espejo, podemos mirar
interiormente el juicio que nos hacemos como si fuésemos un personaje, amarlo y
decidir deliberadamente poniendo en ello la fuerza y la atención necesarias,
adoptar una actitud más sana hacia nosotros mismos.
No podremos aceptar o perdonar al otro si no lo hacemos con
esa parte de nosotros que juzgamos que no es tan digna de amor como cualquier
otra cosa que exista en el universo. Es así y sólo así con el acto de amar que
la curación sobreviene.
Haremos luego un silencio procurando encontrar alguna
relación que no está totalmente sanada, aunque en principio nos parezca que lo
tenemos claro.
Nuestra confianza aumentará a medida que veamos la eficacia
de este proceso de concienciación en lo concreto de nuestra vida cotidiana.
En ocasiones, nos llevará a una ruptura de relación y
sabremos en las profundidades de nosotros mismos qué es lo más adecuado para el
respeto mutuo.
La vida siempre nos enseña el desapego y la libertad, el
respeto hacia nosotros y hacia a los demás; cuanto menos nos resistamos a estas
enseñanzas, nos afectarán las ilusiones de la separación. La separación no
existe en nuestra esencia de amor y cuando cualquier relación se termina,
realmente se realiza una integración de una parte de nosotros.
Demos gracias a la vida y a lo que llamamos dificultad por
permitirnos explorar el conflicto que nos enseña la unión que encierra.
Detrás de todo conflicto, aprendemos a reconocer quienes
somos, aprendemos a jugar con nuestra energía y con nuestro amor como podríamos
jugar con un compañero enamorado en una danza cósmica. Todos los colores
presentes en nosotros tienen derecho a
ser expresados, incluso aquellos que juzgamos oscuros.
Demos gracias al otro por estar de acuerdo en jugar con nosotros
y dirijamos nuestro pensamiento y nuestra atención hacía el fruto de la
enseñanza que recibimos a través de las formas de conciencia de todos nuestros
aspectos.
Silencio/Meditación trabajo con las relaciones.
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