Cuando nos sentimos inferiores a alguien, le estamos
entregando nuestro poder, las riendas de nuestra vida. Nos posicionamos como un
niño pequeño que espera los consejos y la aprobación de sus padres. Por tanto,
tomemos conciencia de este rol de niño y retomemos nuestro poder. Entregando
nuestro poder tampoco ayudamos al otro, porque le permitimos que alimente y
amplifique su complejo de superioridad.
Decirnos interiormente lo siguiente y dejemos que estas
palabras actúen en nuestra mente, en nuestro corazón y en nuestro cuerpo:
“Soy libre y dueño de mi vida, tú eres libre y
dueño de tu vida. Soy responsable de mi vida y no de la tuya. Eres responsable
de tu vida y no de la mía. Me amo tal como soy y te amo tal como eres. Retomo
mi poder ahora”.
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