Nos vamos a preguntar
ahora, ¿Queremos usar toda la
información transmitida para seguir almacenando informaciones en nuestra mente
que ya está llena a rebosar?
¿Qué hacemos con ella?
¿En qué nos serán útiles si sólo decidimos absorberlas para luego olvidarlas?
¿Vamos a estar de acuerdo o las vamos a negar? ¿Nos lo preguntamos, qué haremos
con estas palabras?
Creer o no creer no nos ayudará en absoluto, no nos
transformará, podemos estar seguros, porque la creencia nos mantiene separados
de la experiencia inmediata.
Entonces, entremos en nosotros mismos y miremos, escuchemos y
desenmascaremos al juez, al rebelde o quizás a la pequeña persona amable que
sólo sabe decir “sí” y “amén”.
A veces necesitamos que se nos provoque para que nos
atrevamos a ver nuestras reacciones, para que nos atrevamos a mirar con qué
personaje nos hemos identificado y para que nos levantemos al fin de ese lugar
que parece confortable porque creemos que somos pacíficos.
Levantarse, no significa ser crédulos o perezosos. Levantarse
significa tomar la decisión, la única decisión importante para nosotros en este
momento:
“Ser quienes somos
detrás de todos los personajes erigidos por nuestra mente reactiva”.
Nos oímos decir: “Sí
de acuerdo, qué debo hacer, no sé quién es este YO del que hablamos”
.
El YO del que hablamos es Aquél que ama y que no está en
absoluto influenciado por las reacciones que circulan por nuestra cabeza. A
aquél que ama no se le puede encontrar con la mente o con cualquier esfuerzo de
la mente. Esto es como si quisiéramos encontrar a una persona que vive a
kilómetros de distancia quedándonos en casa sin hacer nada. Para ver a esta
persona, debemos salir del espacio mental e ir allí donde habita este huésped
al que queremos conocer.
Entonces, dejemos de buscar y de dar vueltas con un montón de
excusas para no tomar la decisión de encontrar a Aquél que ya está aquí en nosotros.
El Amor está siempre aquí, como el sol. Es sólo una actitud
mental la que se empeña en querer demostrar que las nubes son más fuertes y que
nunca se irán. No vemos el Sol porque mentalmente estamos siempre creando nubes
y eso nos da la impresión de que el Sol no está aquí. Es tan sencillo como
esto.
La decisión es así de simple: sentir nuestra Presencia de
Amor y atrevernos a manifestarla en este mundo que ansía vernos ocupar
finalmente nuestro verdadero lugar.
Pero no nos dejemos caer en la trampa de crear un nuevo
personaje que se tomara por ese Cristo interior. No se trata de ser mejor o de
jugar a estar mejor, sino que se trata de desarrollar tal aceptación de todo lo
que ya somos, que descubriremos que el Cristo ya está aquí, en nosotros y en
Aquél que acepta.
Fingir que aceptamos y que amamos sólo nos conducirá a tener
mayores decepciones, puesto que vuestra vida no se verá transformada. No
podemos hacer trampa con la autenticidad de nuestra Presencia, porque los
espejos a nuestro alrededor se harán cada vez más visibles para mostrarnos nuestras
reacciones.
Sólo los
acontecimientos nos mostrarán si hacemos trampa o no, si somos auténticos
tendremos la sensación de que somos diferentes, de que ya no formamos parte del
mundo. Nos sentiremos solos, pero en esta soledad sentiremos la unidad con
todas las formas de existencia y estaremos llenos de alegría y éxtasis.
En esta experiencia, ya no podemos recibir la ayuda de nadie,
deberemos dar un salto, el salto de atrevernos ser nosotros mismos. Y nadie
puede enseñarnos a ser nosotros mismos, puesto que somos únicos.
Aquellos que han llegado a manifestar la autenticidad de su
ser, aquellos que se han realizado, sólo pueden hacernos partícipes de su
camino, de su forma de haberlo logrado. Ellos pueden describirnos la diferencia
entre lo que significa vivir en una cárcel y vivir al aire libre.
Pero no pueden dar este salto en nuestro lugar.
Estamos rodeados de seres que están aquí para ayudarnos a
mirar quien no somos, ya sean seres humanos, angélicos o extraterrestres, eso
no tiene ninguna importancia. Es bueno recibir su ayuda, pero también ha llegado
el momento de que tomemos esta decisión de saltar a lo desconocido de nuestra
nueva existencia, dejando definitivamente de huir de NOSOTROS mismos con mil
excusas.
Incluso el miedo es una excusa, porque sí somos sinceros con
nosotros mismos, sabemos que cuando el niño tiene miedo, la madre está ahí, le
apoya y protege.
Ya es hora de depositar nuestra confianza en la madre que hay
en nosotros, así como en la madre terrestre que nos ha acogido y ofrecido este
cuerpo.
Basta una sola decisión, una decisión que nos damos como el
regalo más hermoso que nos podemos ofrecer a nosotros, y en consecuencia al
mundo. La decisión de estar de acuerdo en florecer, de estar de acuerdo en que
hemos llegado a la primavera de nuestra realización, de que estamos listos para
eclosionar y liberar nuestro perfume, en vez de querer, una y otra vez,
analizar su substancia en nuestro rincón.
Decido estar en mi
dignidad y en mi responsabilidad de Amar.
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