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Núria Argany te ofrece la posibilidad de conectar con tu esencia, lo que verdaderamente eres, haciéndote consciente de tu personaje, reconociendo tus proyecciones y resistencias a través de técnicas-terapias corporales, psicológicas y energéticas, recobrando el equilibrio, la armonía y la paz interior.

Núria Argany se ha formado a través de:

Seitai, Meditación Zen, Psicología, Terapias Naturales y Energéticas, Preparación al Parto Consciente, Ito-Termi, Sueños, Oligoelementos, Dietética, Formas-Pensamientos, Regresiones, RMF-Balacing, Tachyon, Ataraxia, Curación Cuántica, y Reconnective Healing.



viernes, 6 de marzo de 2015

3 de marzo de 2015, 

Krishnamurti decía muy a menudo en sus charlas:
“Hagan el favor de escuchar todo esto, sólo escuchen, sin aceptar ni rechazar”. ¿Sabemos nosotros cómo escuchar un razonamiento sin aceptarlo ni rechazarlo?
“¿Por qué escuchamos a alguien que habla públicamente? ¿Es para adquirir ciertas ideas, para aprender algo? ¿Es meramente a causa de la curiosidad?”.
Cada pregunta se abre a una nueva pregunta, resistiendo al cierre que implica la respuesta. ¿Os suena? En realidad es tratar muchos contextos de investigación como si fueran obras de arte y llegar a la esencia. Nada se acaba, todo es continuo. Abrirse a todas las posibilidades que se presentan y seguir. Pregunta tras pregunta, no hay final, sólo ampliamos conciencia.

El trabajo del poder del discurso materno es una de las claves para comprender globalmente la conducta humana ya que corresponde al sometimiento infantil en el que permanecemos si no ponemos conciencia a la experiencia. Palabras dichas, repetidas una y otra vez desde una determinada lente –la de nuestra madre- y que, en nuestro carácter de niños pequeños, hemos adoptado como la única lente posible desde donde vivir la vida. El modo en que luego perpetuamos este “mirar”, cargando una larga herencia de mandatos, perjuicios, miedos, moral, conceptos filosóficos, religiones y secretos, nos deja devastados. Sin saber quiénes somos. 

Preguntando a diestra y siniestra qué está bien y qué está mal.
Ahora bien, aunque sea placentero encontrar personas que piensan como nosotros, eso no sirve para nada. Simplemente nos sentimos un poco más acompañados, es posible. Pero nada más; el trabajo profundamente revelador es aquel que apunta a integrar nuestra sombra. Somos nosotros, y solo nosotros, quienes construimos nuestra vida. Nada ajeno a nosotros nos puede suceder. Y si algo que hemos construido luego nos trae sufrimiento, pues nos corresponde comprender cómo lo hemos organizado, si pretendemos desarmar eso que hemos contribuido a hacer funcionar. Supongo que ya sabéis que no hay consejo que sirva. Cada uno ha de observar e indagar la base con que se ha convertido el personaje. Los recuerdos, los sentimientos, lo que fue acallado o que fue silenciado. No importa qué es correcto o qué es incorrecto. Lo único que importa es comprendernos más y entender la lógica de nuestras acciones, de nuestros rencores, de nuestro miedo o de nuestra rigidez. Si buscamos el equilibrio por fuera de nosotros, no lo encontraremos nunca, a lo sumo hallaremos aliados, pero eso es otra cosa.
Nuestra sombra es muy fuerte y nuestra necesidad de ser amados, tenidos en cuenta, aceptados, acunados, abrazados… es más fuerte. Por eso preferimos, en todos los casos, una palabra de aliento… que va ser más calentita que la fría propuesta de revisar el desierto emocional que nos constituye.
La conciencia recuerda lo que es nombrado y desde el principio alguien nombra cómo somos, qué nos pasa o qué deseamos. Eso que el adulto nombra (generalmente la madre) suele ser una proyección de sí mismo sobre cada hijo. Diremos que es caprichoso, llorón, bueno, tranquilo… Así es como al niño le sucede una cosa, pero eso es nombrado desde la interpretación de lo que le sucede a otra persona. Simplemente porque cuando somos niños aún no tenemos palabras para nombrar lo que nos pasa. Así, poco a poco, para cada experiencia personal, escuchamos y asumimos un nombre prestado. Po ejemplo: “Soy terrible, y si soy terrible, no entro en razones, soy pasional, no pienso y me equivoco con frecuencia, todo por no pensar”. ¿Es verdad? En parte quizás sí, es posible que yo sea un niño insistente y tenga tanta vitalidad que nadie pueda dejar de oírme, pero también es probable que sea una reacción desesperada en busca de amor, aunque “eso”, esa impaciente necesidad de ser amado, nadie la haya nombrado.
Para la conciencia es más importante lo que se nombra que lo que sucede. O para decirlo de otra manera: aquello que sucede realmente podemos no recordarlo.
De hecho muchas experiencias reales que nos han acontecido durante nuestra infancia no han sido nombradas, por lo tanto, para la conciencia no existen. Es más fácil decir que no las recordamos. Por ejemplo, supongamos que nos hemos dedicado a cuidar a nuestra madre y a nuestros hermanos menores, porque a su vez nuestra madre le daba prioridad al cuidado de su propia madre enferma. En este caso, nadie ha nombrado nunca la falta de cuidados y atención hacia nuestro ser niño/a. Hoy en día, podemos recordar con lujo de detalles todos los infortunios de nuestra madre, ya que ella se ocupó de relatarlos a lo largo de los años. Pero curiosamente nuestra madre no sabía nada de nosotros, ni de nuestros secretos sufrimientos acaecidos cuando fuimos niños. En esos casos, nuestra madre nombraba lo buenos y responsable que hemos sido, pero nadie ha nombrado nuestras carencias o necesidades no satisfechas, ni la sensación de no ser merecedores de cuidados, cosa que luego hemos arrastrado a lo largo de nuestra vida. En nuestros recuerdos conscientes, éramos niños buenos, educados, brillantes en la escuela, sin conflictos y hacendosos. Es decir, todos nosotros vamos incorporando una interpretación sobre nuestras actitudes o acciones concretas, que pueden estar bastante alejadas de la realidad emocional. En el caso de este ejemplo, la conciencia no reconoce nada relativo al desamparo ni a las necesidades de un niño. Solo “sistematiza” que éramos buenos y que mamá tenía muchos problemas. Es una interpretación de lo que sucedía, pero no refleja toda la verdad. En principio, vamos a continuar pensando, sintiendo e interpretando la vida desde un punto de vista prestado –habitualmente el punto de vista es de un adulto importantísimo, en la mayoría de los casos nos referimos a mamá-. Luego seguiremos alineando nuestras ideas y preconceptos en relación directa con el punto de vista de nuestra madre. De “ese” discurso dependerá si nos consideramos buenos o muy malos, si creemos que somos generosos, inteligentes o tontos, si somos astutos, débiles o perezosos. Es importante notar que estas “definiciones” son similares a lo que han dicho mamá o papá durante nuestra infancia, especialmente con relación a “cómo nos recordamos a nosotros mismos”
Trozos sacados del libro de Laura Gutman: El poder del discurso materno.
¿Comprendéis cómo vamos construyendo el personaje? ¿Recordáis el trabajo de las creencias? ¿Las frases que hemos aceptado como verdaderas y que dirigen nuestra vida?
Poner luz o conciencia en nuestra vida es descubrir nuestra verdad, la experiencia real vivida, tomar las riendas y dar el nombre a cada situación/persona; de esta manera nos vamos comprendiendo y liberando las cargas conscientes/inconscientes que nos llevan a vivir en paz con nosotros mismos. Así podemos fluir con la vida y vivirla desde el gozo y la alegría.
Nos creímos a nuestra madre por amor, necesitamos su cariño, su reconocimiento, confiábamos en ella. Habíamos estado nueve meses en su vientre, íntimamente unidos a ella. No teníamos que preocuparnos de nada, todo nos era dado y al salir al exterior, todo cambió, nos separaron de ella, tuvimos que respirar por nuestra cuenta, sentimos el desamparo más terrible y no podíamos comprender que había pasado. Y desde este instante anhelamos volver al paraíso perdido y buscamos sin descanso su mirada, atención, reconocimiento, amor… Y según nuestros intentos y las respuestas recibidas fuimos montando nuestro personaje desconectado, la mayoría de veces, de nuestra verdad, la experiencia vivida.
Os fijáis como todo se repite, como todo nos lleva al conocimiento de la verdad esencial. Venimos a este mundo sin recordar quienes somos para experimentar, aprender y reconocernos; dejando por voluntad propia el paraíso. Nos encarnamos, gestamos, nacemos y dejamos el útero materno donde todo era perfecto y empezamos a experimentar el anhelo profundo de conocer el amor que es nuestra verdadera esencia. Primero a través de nuestra madre que para nosotros es el todo y luego con las demás personas o situaciones que vamos encontrando. Todo nos lleva a lo mismo, descubrir quienes somos, empezamos buscando y proyectando afuera para luego descubrir que la fuente se encuentra en nuestro interior.
Aquello que tanto anhelamos es lo que somos pero no nos lo acabamos de creer y así la búsqueda se hace interminable. El paso diferente es muy sencillo Creer lo que Sentimos en nuestro corazón en los momentos de paz y silencio o observando la naturaleza, escuchando música… aquellos instantes en que nuestra alma, nuestro Ser se manifiesta. Y diréis ¿Cómo se manifiesta? Se manifiesta a través de la belleza, la armonía y el amor. No dejar de rodearos y experimentar la belleza que hay en toda la creación y sobretodo no dejar se sentir las vibraciones de vuestro corazón que son las palabras mágicas del Amor.
Soy las grandes aguas.
Sobre mi rostro, el lápiz primordial de Mahamaya escribe incesantemente las vidas y destinos de todos los seres vivos.
Cada ola, cada rizo, el más sutil de los movimientos, es mi danza.
Pero yo, la realidad pura, permanezco intacto, inafectado.
Glorioso y más allá de todos los conceptos.
Yo, el inimaginable, el Absoluto sin forma.
SOY
                                          BUDA

Ejercicio de concentración y Meditación La Rosa Blanca.
Núria Argany
Décimo encuentro en M.L.










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