Javier Expósito , periodista, poeta y escritor
Alma y anhelos
Alma y anhelos
Fue vendedor de
enciclopedias a puerta fría, analista político y ahora lleva la comunicación y
la colección literaria Obra Fundamental en
una gran fundación española. Mientras, a ratos robados, fue narrando un mundo
propio y poético, una mirada inocente y esencial sobre lo que nos rodea y que
plasma en dos textos breves, uno en forma de cuentos, Pájaros en los bolsillos (La Huerta Grande), y el
otro, Más alto que el aire. Breviario para el alma (Los
Libros del Olivo), en reflexiones que rastrean su propia alma y anhelos,
profundizando con sabiduría y belleza sobre las cuestiones más íntimas del ser
humano: el amor, el dolor, la esperanza y el misterio.
Ha estado más alto que el aire?
Un profesor mío, José Carlos Fajardo, lo llamaba la experiencia del absoluto. La primera vez que me pasó tenía 12 años.
Cuénteme.
El cura me mandó a buscar unos cuadernillos a la capilla, que estaba en un silencio absoluto. Noté una brisa, y sentí que todo lo que había en mí iba hacia afuera y todo lo que había fuera entraba en mí. El todo en lo uno y lo uno en el todo. Me arrodillé.
Una experiencia mística.
La experiencia de la grandeza que somos. Pero la sola contemplación de la naturaleza ya te permite estar más alto que el aire. Somos naturaleza, moléculas de agua en un 60%. Estamos conectados con todo.
¿Sin jerarquías?
Ningún pensador osaría decir que el perfume del espino blanco resulta inútil a las constelaciones, decía Victor Hugo. ¿Alguien osaría decir que no sirve un solo trino de jilguero para animar un despertar?
Creo que no.
Pero no hay flor, ni ningún otro animal que no sea el humano, que se empeñe en ser lo que no es; sin embargo, a muchas personas les cuesta aceptar que somos también y sobre todo espíritu. Al alma se la sigue dejando de lado en nuestra sociedad, y es urgente llegar hasta ella.
¿Cómo?
Desde siempre los sabios y los místicos conectaban con una voz interior (que no es como un Pepito Grillo); es ese daimon que decían los griegos, esa parte pura, profunda, el ser más sabio que habita en nosotros, y escuchándolo oían la voz del universo. Estar más alto que el aire es oír esa voz.
Requiere silencio.
El silencio suena dentro, pero el pensamiento ensordece.
Nos gusta entretenernos.
Sí. Vivimos sumergidos en pantallas, al encuentro de mensajes fugaces que alegren nuestro estado de ánimo. No somos más que un suspiro de software; una sucesión de aplicaciones repetidas sin cesar.
Si no estás conectado, no eres nadie.
Nos enrabietamos porque perdemos un móvil o un archivo. Tenemos la habitación del alma amueblada de objetos.
Nos dan una falsa seguridad.
Creo que pertenecemos a una sociedad que vive en el miedo. Un miedo que a menudo se incentiva, siempre nos lo resumen todo en buenos y malos. Vivimos en un eterno estado de conflicto y creo que es una manera de tenernos entretenidos.
Habrá que empezar por solucionar los propios conflictos.
Si elimináramos los conflictos interiores, acabaríamos con los exteriores.
¿Cuáles han sido sus conflictos?
La separación de mis padres, tenía 5 años. La culpa en los niños es terrible. Creo que ese momento marcó el resto de mi vida: Me armó de corazas.
Luego no hay quien te las quite.
Con trece años vi El hombre elefante, de David Lynch. La historia de Joseph Merrick me llegó tan profundo, que no pude parar de llorar durante más de media hora, descontrolado, casi al borde de la histeria...
No es una comedia, no.
No podía entender que la gente se hubiera comportado así con un hombre indefenso y que además era un alma noble. Aquella película me hizo quitarme mucho del caparazón que había construido y comencé de nuevo a expresar mis emociones y a entender que lo aparentemente monstruoso puede guardar un tesoro inmenso.
¿Una historia bastó para librarle de la armadura?
Me pasé años buscando a mi madre en todas las mujeres que conocía y buscando fuera el amor que no tenía dentro. Pero creo que a gran parte de la humanidad nos cuesta querernos. Luego supe que lo que debía es convertirme en fuente.
¿Cómo se quiere usted a sí mismo?
Hay que entregarse a uno mismo, amar tu naturaleza esencial, confiar tanto en ti que te dejas a la deriva, sin desear, rendido a las corrientes submarinas. Quien confía en sí mismo no teme la caída de la noche ni lo que traiga el día siguiente.
Cierto.
Si te oyes, párate a escucharte. Si te escuchas, hazte caso. Si te haces caso, te estás amando. Y si te amas harás con los otros lo mismo. Y si los escuchas, si les haces caso, los estás haciendo visibles.
Fluir es un verbo que le gusta.
Esa posiblemente sea la esencia de todo; el agua de este vaso ha estado en las nubes y ha llovido de ahí. Eso me ayuda a ver la magia en todo lo que nos rodea, pero estamos tan ocupados en nuestras pequeñeces que no sabemos ver lo grande.
Usted reivindica los abrazos.
A mí me ha costado mucho abrazar en mi vida, tenía una gran contención, pero el abrazo es un tren en marcha, la posibilidad de vencer una resistencia que corta la entrega al otro. La alegría por encontrar al que es como tú. La oportunidad de quererte.
Un profesor mío, José Carlos Fajardo, lo llamaba la experiencia del absoluto. La primera vez que me pasó tenía 12 años.
Cuénteme.
El cura me mandó a buscar unos cuadernillos a la capilla, que estaba en un silencio absoluto. Noté una brisa, y sentí que todo lo que había en mí iba hacia afuera y todo lo que había fuera entraba en mí. El todo en lo uno y lo uno en el todo. Me arrodillé.
Una experiencia mística.
La experiencia de la grandeza que somos. Pero la sola contemplación de la naturaleza ya te permite estar más alto que el aire. Somos naturaleza, moléculas de agua en un 60%. Estamos conectados con todo.
¿Sin jerarquías?
Ningún pensador osaría decir que el perfume del espino blanco resulta inútil a las constelaciones, decía Victor Hugo. ¿Alguien osaría decir que no sirve un solo trino de jilguero para animar un despertar?
Creo que no.
Pero no hay flor, ni ningún otro animal que no sea el humano, que se empeñe en ser lo que no es; sin embargo, a muchas personas les cuesta aceptar que somos también y sobre todo espíritu. Al alma se la sigue dejando de lado en nuestra sociedad, y es urgente llegar hasta ella.
¿Cómo?
Desde siempre los sabios y los místicos conectaban con una voz interior (que no es como un Pepito Grillo); es ese daimon que decían los griegos, esa parte pura, profunda, el ser más sabio que habita en nosotros, y escuchándolo oían la voz del universo. Estar más alto que el aire es oír esa voz.
Requiere silencio.
El silencio suena dentro, pero el pensamiento ensordece.
Nos gusta entretenernos.
Sí. Vivimos sumergidos en pantallas, al encuentro de mensajes fugaces que alegren nuestro estado de ánimo. No somos más que un suspiro de software; una sucesión de aplicaciones repetidas sin cesar.
Si no estás conectado, no eres nadie.
Nos enrabietamos porque perdemos un móvil o un archivo. Tenemos la habitación del alma amueblada de objetos.
Nos dan una falsa seguridad.
Creo que pertenecemos a una sociedad que vive en el miedo. Un miedo que a menudo se incentiva, siempre nos lo resumen todo en buenos y malos. Vivimos en un eterno estado de conflicto y creo que es una manera de tenernos entretenidos.
Habrá que empezar por solucionar los propios conflictos.
Si elimináramos los conflictos interiores, acabaríamos con los exteriores.
¿Cuáles han sido sus conflictos?
La separación de mis padres, tenía 5 años. La culpa en los niños es terrible. Creo que ese momento marcó el resto de mi vida: Me armó de corazas.
Luego no hay quien te las quite.
Con trece años vi El hombre elefante, de David Lynch. La historia de Joseph Merrick me llegó tan profundo, que no pude parar de llorar durante más de media hora, descontrolado, casi al borde de la histeria...
No es una comedia, no.
No podía entender que la gente se hubiera comportado así con un hombre indefenso y que además era un alma noble. Aquella película me hizo quitarme mucho del caparazón que había construido y comencé de nuevo a expresar mis emociones y a entender que lo aparentemente monstruoso puede guardar un tesoro inmenso.
¿Una historia bastó para librarle de la armadura?
Me pasé años buscando a mi madre en todas las mujeres que conocía y buscando fuera el amor que no tenía dentro. Pero creo que a gran parte de la humanidad nos cuesta querernos. Luego supe que lo que debía es convertirme en fuente.
¿Cómo se quiere usted a sí mismo?
Hay que entregarse a uno mismo, amar tu naturaleza esencial, confiar tanto en ti que te dejas a la deriva, sin desear, rendido a las corrientes submarinas. Quien confía en sí mismo no teme la caída de la noche ni lo que traiga el día siguiente.
Cierto.
Si te oyes, párate a escucharte. Si te escuchas, hazte caso. Si te haces caso, te estás amando. Y si te amas harás con los otros lo mismo. Y si los escuchas, si les haces caso, los estás haciendo visibles.
Fluir es un verbo que le gusta.
Esa posiblemente sea la esencia de todo; el agua de este vaso ha estado en las nubes y ha llovido de ahí. Eso me ayuda a ver la magia en todo lo que nos rodea, pero estamos tan ocupados en nuestras pequeñeces que no sabemos ver lo grande.
Usted reivindica los abrazos.
A mí me ha costado mucho abrazar en mi vida, tenía una gran contención, pero el abrazo es un tren en marcha, la posibilidad de vencer una resistencia que corta la entrega al otro. La alegría por encontrar al que es como tú. La oportunidad de quererte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario